sábado, 28 de marzo de 2015

Personas como vos, como yo.

Estando en el hospital se escuchan historias de vidas terribles. 
Hoy fue la primera vez que un paciente se desmoronó contándome su situación. 
No puedo describir todo lo que sentí.
Pero creo que lo más predominante fue querer desmoronarme con él. 
Cosa que no hice, porque sé que sólo hubiera contribuido a hundir más el barco. 
Así que una pone su mejor cara e intenta buscar las mejores palabras que puedan ayudar.

Y siento impotencia por no poder hacer más.

La gota que desborda el vaso es el trato de su médico.
¿Cómo es posible olvidarse que es un ser humano? 
Me refiero a la hora de hablar, de explicarle las cosas al paciente. 
Paciencia y amabilidad. No creo que sea mucho pedir.
En esta profesión es tan común justificarse que uno anda sobrecargado de trabajo, que a veces "es normal" que pierda la paciencia. O que es muy duro emocionalmente, y buscan crear un muro que los distancie del paciente. 

Y yo puedo llegar a entender, que si uno se involucra demasiado llega a ser difícil.
Pero tan sólo quisiera que se den cuenta que son personas 
en su estado más vulnerable...




martes, 24 de marzo de 2015

Comprometerse con la vida.

Si hay algo que no hay que olvidar nunca es la auto-superación constante.



Dejar de decir, y empezar a hacer.
Cuantas más cosas mejor.
Yo voy a tomar de mi gran bolsa de proyectos un par y voy a llevarlos a cabo.
Los animo a ustedes a que hagan lo mismo. 
A salir de esa zona de confort que nos impide crecer.
Y me es inevitable al escribir estas palabras acordarme de Coelho:

"Comprométete con la vida. 
Si estás vivo, tienes que sacudir los brazos, 
saltar, hacer ruido, reír y hablar con la gente, 
porque la vida es exactamente lo opuesto a la muerte. 
Morir es quedarse en la misma posición. 
Si estás muy quieto, no vives."

sábado, 21 de marzo de 2015

¿Qué es una lágrima?

"Podría dar la fórmula química de la lágrima. Pero sería una tontería. Todos sabemos que la lágrima no es nada más que unas letras mayúsculas y unos números chiquitos, un líquido que sirve para lavar el globo ocular, como dijo una vez un crítico en un comentario literario.
La lágrima lava también otras cosas.
La lágrima abre su corola celeste sobre un signo de interrogación. A veces es una pregunta. A veces es una respuesta. Pero siempre es un mensaje. Pero siempre es una mano que se tiende, suplicante y abierta, en busca de otra mano que la estreche.
Y nace lejos de los ojos.
Nace en una región de adentro, ésa que el miedo paraliza; ésa que la emoción o la tristeza dejan un instante como suspendida en el aire, igual que cuando bajamos en un ascensor demasiado rápido; ésa que evidencia que existe justamente en el momento en que la amargura la define con un cosquilleo, con una vuelta de tuerca, con un temblor.
¿Qué es una lágrima?
Una lágrima es, un poco, decir adiós a lo que los ojos vieron antes de la lágrima.
Porque las imágenes anteriores ya no serán las mismas.
Porque cada vez que las miremos, después de la lágrima, las imágenes estarán impregnadas de su humedad salada, de ese sombrío fuego que quemó nuestros párpados.
Nada es igual después de una lágrima.
Ni la alegría, ni el dolor, ni la luz, ni la fe, ni la amistad, ni el amor.
Pero creo que lo que más cambia una lágrima… es al ser que la llora.
A mí me fueron cambiando las lágrimas que derramé en mi vida: la que inauguró la soledad de mi infancia; la que suplantó el grito de rebeldía por las injusticias que se cometieron con mi adolescencia; la que brilló como la estrella de Belén para indicarme el camino que llevaba al sendero bello y cambiante del amor.
La que me borró el espejismo de que cada uno, en el mundo, tenía adjudicado su techo, su pedazo de pan, su cuota de alegría, su renovado asombro cotidiano.
La que me despertó frente al blanco envoltorio desde donde una niña recién nacida, en mitad de la noche, me hizo madre y mujer y rescató los pagos de mis comienzos, que se me habían perdido detrás de una maraña de rabias y de ausencias, de negaciones, de golpes, de inútiles.
SI, a mí me fueron cambiando las lágrimas que derramé en mi vida.
La que corrió por tu rostro cayendo de mis ojos, resbaló por tu cuello, humedeció tu pecho y regó tu corazón haciéndolo más blando y comprensivo.
Esa lágrima que, no sé por qué magia, por qué milagro inesperado, disolvió las espinas que suelen ir creciendo en las personas que se aman, y las van arañando sin que lo adviertan, y van impidiendo que uno se acerque al otro por miedo a lastimarse y por miedo a lastimar, y uno no quiere decir que las ve, que las toca, que las siente, sino que cierra los puños y los ojos y las niega, las niega, las niega. Tres veces, como Pedro, antes que cante el gallo de la lágrima y despierte la verdad y, por fin, despierte la verdad. .. sin fórmulas químicas, sin ecuaciones, sin tontos prejuicios… Todo por una lágrima, una simple lágrima. Esa que atora al mundo, y el mundo… se empeña en no llorar.”