Te quejas de pequeños cristalitos clavados en tu alma,
pero lo haces en silencio, para ti mismo, sin dejarme saber si eres siempre así
de arrogante que no acepta ayuda ajena o si lo haces de corazón modesto y en el
fondo, por las noches, padeces por la sangre traslúcida que pierde tu alma dañada. Y yo estoy aquí, y te veo cuando nadie más lo hace. Te miro a los ojos y
ellos me gritan el auxilio a tu desesperanza. Y lo sé porque yo también anduve
así, con cristalitos en el alma que te impiden dormir por la noche, que te
impiden levantarte por las mañanas.
Me siento a tu lado, con una pinza fina y te despojo
de daños, te inundo de sueños. Sueños que abundan en mi cabeza, y de los que
siempre me sobran. ¿Por qué? No lo sé, porque eres especial de la misma manera
que lo somos todos, porque nunca me gustó ver sufrir a la gente, y porque
prefiero invertir mi tiempo en verte brillar por más que me clave algunos
cristalitos en las manos de tanto trabajo.
Porque tú vuelves a brillar, ¿entiendes?
Y quien necesita el sol cuando puede deslumbrarse con
tu mirada.
bello final!
ResponderEliminarSaludos!
Mirada llena de luz...
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