Estoy saturada, sí, creo que esa es la palabra que llevo rato dándole vueltas en mi cabeza. Saturada de andar entre libros, con puro estudio en esta época crítica de exámenes, que nunca, nunca termina. Siempre al acabar uno, está el próximo amenazando en la esquina. Y yo me desespero y me vuelvo loca, que quizá sea algo bueno, porque hasta ahora, al menos, obtuve excelentes resultados. Pero necesito un descanso, extraño la vida, salir, tomar, reír con amigos, visitar a la familia, dedicarme tiempo a mí. Extraño escuchar música y compartir un rico mate en un parque, mientras como galletitas y el viento me pega en la cara.
La semana pasada al aprobar me dije que no tenía que olvidar jamás esa sensación, la sensación de que todo el esfuerzo valió la pena. Porque sí, es algo que realmente me llena, juro que me siento invencible esos días. Pero es algo que se esfuma muy rápido.
Estudio lo que me gusta, y es un placer, por eso lo hago. Pero la vida se la extraña cuando no se la vive. Quizá debería ser menos responsable, siempre envidié a aquellos que no les importa caer. Yo me vuelco en ello con cuerpo y alma y olvido el resto.
Por eso paré 5 minutos a decir,
que a pesar que sé que todo el esfuerzo dará sus frutos,
yo ansió la vida hoy.
Mañana quizá me sienta invencible,
quizá derrotada.
Cualquiera de las dos, prometo darme vida.