—Y vos, ¿tenés algo para decirme?— me soltás con esa medio sonrisa en la cara. Y eso después de soltarme 20 mil cosas hermosas, de prácticamente arrancarte el corazón y dármelo en una bandeja de plata. Yo intentando acordarme cómo era que se respiraba y vos ahí, matándome con tu mirada.
¿Cómo no voy a tener algo para decirte? Lo tengo, lo siento en mi interior. Pero quizás hace ya demasiado tiempo que no acostumbro a traducir sentimientos en palabras. Por eso quiero intentar así, deslizando mis manos de manera rápida por el teclado, más cobarde... sí. Pero es de a pequeños pasos que se llega a la cima de la montaña.
¿Cómo empiezo para que entiendas? Si releo algunos textos antiguos que de vez en cuando saco de mi cabeza, veo que me describo a mí misma como un "jarrón roto", una "puerta cerrada" y más tonterías de la misma índole.
Yo te andaba buscando, desde hace mucho, mucho tiempo. No sabía de vos pero sabía que tendrías que estar ahí afuera. Y sorprendentemente llegaste, y fuiste mucho más allá de mis expectativas, fuiste la llave perfecta que abrió la puerta, tus manos las únicas que con rozarme me armaron de nuevo. Y ahí estoy, como un jarrón firme encima de la mesa, y no vacío, sino lleno de rosas que no paran de florecer, más cada día, que le dan al ambiente ese algo especial, que uno entra y no sabe que es, pero ahí esta, se siente, es real.
Es como si la mochila de soledad que llevaba a todos lados conmigo hubiera quedado perdida desde el día que te conocí. Como si por andar pensando en vos a cada minuto la hubiera dejado olvidada en alguna esquina, de despistada, y que, con suerte, no tenga que volver a tropezarme con ella jamás.
Repito: no sé traducir sentimientos. No me acuerdo o quizás, nunca lo haya hecho. No de la manera que hacés vos conmigo. Vos volvés todo mágico, todo hermoso, incluso utópico.
Me das momentos de películas que una mira en casa comiendo pochoclo y se queja de que no existe cosa igual.
Pero resulta que sí existe.
Sos vos.
Somos nosotros.
Y quizás algún día aprenda de vos, tome tu habilidad de traspasar al otro con la mirada, de pronunciar cada palabra de manera que arda el corazón.
De momento aun no sé como, pero si sé que no es porque no lo sienta.