jueves, 8 de septiembre de 2016

Juguemos.

Ella releyó el mismo texto una y otra vez, exprimiendo las palabras en un intento de recabar más información de la que él ofrecía. Sin embargo no tuvo mucho éxito, el texto era lo suficientemente sutil y perfecto como para insinuar pero no para revelar. Y como siempre que no consigue entender algo, su cabeza no la dejó descansar girando entorno a las mismas palabras, de noche hasta la madrugada.

Pero no. No soy yo. Mis ojos tristes y mis versos en servilleta de café no despertarían tal sentimiento. 

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