Se dijo entonces que la vida— o por lo menos la parte que vale la pena—
son aquellos fugaces momentitos de alegría.
Al final del día lo único que nos queda
es el cálido acompañamiento de otro ser humano,
de aquel que tiene las mismas incertidumbres que nosotros sobre la vida,
de aquel que lo que busca es distraer a la soledad de todo lo frío del mundo,
de todos los males del alma.
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