"¡Salió el sol! ¡Salió el sol!" — Un anciano con ropa desaliñada y apoyado en su bastón, no paraba de repetirlo. La gente, ajetreada, ni siquiera reparaba en su presencia. "¡¡¡Che!!! ¡¡¡Que salió el sol!!!" — Gritó una vez más, y esta vez fue con enojo, lo cual me hizo mirarlo con más atención. A su alrededor, el resto de transeúntes parecían absortos en pantallas o corriendo en base a agendas apretadas. Había sido un día pintado sólo con color gris y la lluvia había sido algo constante. Yo llevaba ya un rato maldiciendo por lo bajo por el transporte público que no llegaba más y las colas eternas. Y ahí estaba él, viendo lo que nadie veía, dándose cuenta de lo que nadie se daba cuenta. ¡Ey, vos!. Salió el sol.
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