miércoles, 7 de septiembre de 2016

Echémonos a perder.


"No te quedes inmóvil al borde del camino. No congeles el júbilo, no quieras con desgana. No te salves ahora. Ni nunca. No te salves. No te llenes de calma, no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo. No dejes caer los párpados pesados como juicios. No te quedes sin labios. No te duermas sin sueño. No te pienses sin sangre. No te juzgues sin tiempo.

Pero si , pese a todo, no puedes evitarlo y congelas el júbilo, y quieres con desgana y te salvas ahora y te llenas de calma y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo y dejas caer los párpados pesados como juicios y te secas sin labios y te duermes sin sueño y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo y te quedas inmóvil al borde del camino y te salvas... entonces, no te quedes conmigo."


No sé por qué este clásico de los clásicos de Benedetti no estuvo antes presente por este rinconcito. Creo que va siendo hora. Sobre todo porque creo que lo tenía olvidado (y me refiero a la enseñanza). Salvada, dormida, podemos ponerle el nombre que quieran. Hace no mucho que me di cuenta que estaba así. Un amigo me dijo "parecés siempre cansada" y esa simple frase, que para él sólo habrá sido un comentario más de una mañana cualquiera, quedo retumbando en mí. Me di cuenta. Me di cuenta de que eran mis párpados pesados como juicios. Hace ya unos meses que estoy intentando ser una mejor versión de mí misma. Alguien que piense con sangre, que no congele el júbilo. No sabía que estas cosas se podían olvidar. 
Pero que lindo es sacarlas de nuevo a flote...

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