"Del amor al odio hay sólo un paso", te dicen.
Y entonces yo me siento un bicho raro con mi forma de querer.
Nunca me pasó. El odio después del amor.
A veces me hubiera gustado.
Creo que carezco de rencor.
Después del amor, tan sólo queda amor.
Que a veces uno duerme, arropa y acuesta a dormir en el corazón con la luz apagada.
Pero cuando en una noche lluviosa de domingo, pasa de casualidad por esa habitación del corazón, sólo se revive eso: amor.
Amor.
No odio.
No reproches.
No rencores.
Nunca fui de decir "qué tonta fui, por qué hice eso" en cuanto a una persona.
En ese momento sentí algo que me hizo hacerlo.
Y de los sentimientos jamás, pero jamás, hay que arrepentirse.
Ellos son los que nos mueven
y los que, como vos me enseñaste, nos mantienen vivos.
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